Y no lo es porque no hay lugar en el que te puedas ausentar de ti misma
En España según la encuesta EDADES 2022 el 7,2% de la población reconoce consumir a diario ansiolíticos. Podemos especular sobre quién no lo reconoce en las encuestas o podemos irnos directamente a la prescripción por parte de los médicos y psiquiatras o a la venta por parte de las farmacéuticas o a las alcantarillas y aguas residuales y hacer un análisis de la composición de las mismas para entender por qué somos el país europeo a la cabeza en el consumo de estas sustancias.
Asumimos que una parte importante de este consumo está instaurado en la población para facilitarles un estado más relajado que les permita hacer frente a muchos tipos de estresores, unos cotidianos como los del estrés laboral o familiar y otros tal vez más circunstanciales como una enfermedad, un traspiés económico o cualquier revés propio de la vida.
Pero tenemos una realidad repleta de personas que consumen estos medicamentos de manera prolongada y fuera de un contexto facilitador, terapéutico y temporal, con lo que pueden estar consumiéndolos toda su vida. Y es aquí donde se pone de relieve uno de los mayores perjuicios de su consumo, no entender que tomarlos debería de ser complementario y por lo tanto ayudar al afrontamiento y resolución de los problemas surgidos, si es posible y no una huida del problema que conlleve que la persona no aprenda a enfrentarse a esas situaciones de una manera calmada y ajustada, como si fuese imposible; además no aprendemos a autorregularnos ante situaciones futuras parecidas que puedan generarnos miedo, desgaste, incertidumbre, preocupación o cualquiera de las respuestas asociadas a procesos de estrés en los que se puedan ver envueltos a lo largo de la vida.
Huir nunca es una opción. Aprender a afrontar de la mejor manera posible los estresores sí, aprender a autorregularse para encontrarse mejor, también.