Sueño y estrés

Para millones de personas, ir cada día a la cama, lejos de ser un agradable descanso, se convierte en un drama a causa del insomnio y problemas asociados al sueño. Precisamente ahora, con las altas temperaturas veraniegas, pero también con las que están por venir ahora en otoño, este trastorno de salud se agrava en muchas personas y de todas las edades, que recurren con frecuencia a la automedicación para conseguir descansar.

Cuando experimentamos estrés, ya sea en formato agudo o crónico, se produce el aumento del cortisol y una hiperactividad de la amígdala. Como constatan sanitarios e investigadores, como Fernández de la Vega Gorgoso, esta aumenta su tamaño y genera a su vez una interrupción de los patrones de sueño y actividad física, así como patrones irregulares de secreción de hormonas y otros mediadores químicos, aumentando los niveles de cortisol en la noche, cuando debiera ser bajo.

La noche es el escenario propicio para que nuestra mente aproveche y refleje nuestro estrés del día y lo hace de manera contraproducente, alterando la tranquilidad que necesita para dormir, descansar y desconectar, recordándonos nuestros problemas, nuestras malas sensaciones, nuestros malos rollos y anticipando los que cree que están por venir. Todo un juego perverso.

Además de los factores protectores que conocemos y que serán los que por el día nos permitan instaurar los hábitos de vida saludables en general, existen claves específicas que nos permitirán mejorar nuestra actividad nocturna, que no debería de ser otra, que cargar pilas para la jornada siguiente.

– Quitar pantallas y toda tecnología que suponga ver, oir, atender, es decir, que nos pueda activar en cualquier formato, ya que nuestra mente necesita ejecutar el proceso contrario, es decir, apagarse. Conviene dejar estas actividades artificiales dos horas antes de irnos a dormir.

– El gran factor protector que siempre mencionamos, el de la práctica del deporte, es necesario que lo separemos también del momento de ir a dormir aproximadamente dos horas, dado que produce activación de muchas glándulas del cuerpo y actividades cerebrales, por lo que podría interferir en el proceso de iniciación del sueño.

– Es positivo llevar a cabo una cena no excesivamente copiosa con el objetivo de no provocar un proceso digestivo intenso que lleve a la puesta en marcha de mecanismos metabólicos también complejos.

– Evitar cualquier ingrediente que nos pueda llevar a la activación, sobreestimulación, exceso de interés… recordar que nuestra mente ha de facilitar el proceso de apagado y no lo contrario.

– Escoger aquellas actividades inductoras de sueño, como puede ser leer algo antes de dormir, pero OJO, si somos grandes lectores o la lectura en cuestión nos interesa muchísimos, es preferible dejarla para la jornada matutina y escoger una lectura más pesada y menos interesante ya que el objetivo es facilitar sueño y no lo contrario y que no ocupe más de veinte minutos.

– Si somos de siesta, lo primero será aclarar si nos beneficia, ya que hay personas que han aprendido a hacer una siesta suficientemente pequeña y reparadora como para que no tenga ninguna repercusión negativa en la noche y en cambio, hay personas para las cuales es contraproducente como mecanismo de compensación por su falta de sueño, que cronifica su problema de la noche.

– Aprender a inducir el sueño con algunas de las muchas estrategias que existen para desactivar nuestra mente, autohipnosis, relajación, etc.

Al estrés se lo neutraliza por el día pero también por la noche.

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